No-violencia
y diálogo sin exclusiones
Taller de Madrid de Elkarri
Con
frecuencia el "problema vasco" es objeto de análisis
parciales, realizados desde la afirmación de una identidad
o desde el cálculo político a corto plazo. Si a ello
añadimos la conmoción ante las consecuencias de sus
manifestaciones de violencia, el resultado suele ser un debate crispado
o sencillamente un no-debate. Desde el movimiento social elkarri
venimos defendiendo la necesidad de un proceso de paz basado en
la no-violencia, el diálogo sin exclusiones y el respeto
democrático a las decisiones de la ciudadanía vasca.
Consideramos
que la violencia constituye una grave vulneración de los
derechos humanos que carece de cualquier justificación en
la sociedad actual. Unido a la repulsa ética que nos plantea,
como "factor estratégico" es un elemento que contribuye
a enquistar el problema, fomenta el enfrentamiento y nos aleja de
cualquier solución. Así se refleja en la opinión
de la mayoría de la sociedad, radicalmente contraria al uso
de la violencia con fines políticos.
No
obstante, cuando una reflexión sobre el conflicto vasco queda
reducida al problema de la violencia se está, voluntaria
o involuntariamente, prologando el discurso de quienes la ejercen.
Entendemos que lo que se ha venido denominando "conflicto vasco"
tiene sus condiciones de posibilidad en la ausencia de un consenso
amplio sobre el modelo de convivencia de la sociedad vasca. Una
parte significativa de dicha sociedad no se siente reconocida en
el actual modelo, al considerar que coarta sus legítimas
aspiraciones democráticas. El desacuerdo básico radica
en lo que podemos denominar "la cuestión de la soberanía".
En
cualquier caso, el problema vasco es también un problema
español. En el Estado persiste un conflicto político
no resuelto y, desde nuestro punto de vista, no se están
poniendo en juego todos los instrumentos democráticos que
permitirían construir un escenario de acuerdo. El diálogo
ha de vertebrar, desde el respeto a la pluralidad de opciones políticas,
un marco inicial de encuentro, el de la palabra mismo, desde el
cual generar una cultura de la conciliación. Hay que exigir
no-violencia y diálogo, sin plegarse a la polarización
creada por las consecuencias devastadoras de la violencia y los
efectos desesperantes del inmovilismo.
Percibimos
que el debate generado en los colectivos y movimientos sociales
de Madrid es fiel reflejo del desconcierto que introduce el discurso
oficial sobre el "conflicto vasco", que tiende a deslegitimar
cualquier voz crítica e independiente, identificando como
enemigo a quien no respalda plenamente sus postulados. Y "enemigo",
en este caso, tiene unas connotaciones dolorosas. Por ello, creemos
que los movimientos sociales disidentes dentro del Estado tienen
la oportunidad de ejercer su diferencia respecto a la "firmeza
de los demócratas", comprometiéndose con un proceso
de paz en el País Vasco. Tal vez, en este caso, el debate
ha de posponer los objetivos políticos, el punto de llegada,
los respetables modelos de sociedad que cada colectivo o persona
quiera construir. Se trata aquí de defender con la misma
convicción un procedimiento con contenidos democráticos,
un camino común que contemple y haga viables los caminos
particulares.
Cuando
quienes quieren representarnos hablaban de "tregua trampa",
en nuestro taller se produjo un debate sobre la validez de este
análisis. Cuando hoy hablan de "diálogo trampa"
nuestro debate continúa, pero nos cuesta más justificar
la buena voluntad de quienes niegan o limitan la posibilidad de
cuestionar, o sencillamente de hablar, sobre la vigencia del actual
modelo de Estado. Tal vez, en sus esfuerzos terminológicos,
deberían acuñar la "firmeza trampa" como
representación de esa opinión oficial que cercena
cualquier solución que no venga dada por la vía policial.
Una "trampa" que contempla el carácter inamovible
del actual marco constitucional como único fundamento para
abordar el conflicto. Crítica con esta postura, percibimos
la opinión de una mayoría ciudadana que no se resigna
al fatalismo y lucha por tender puentes de entendimiento.
A
lo largo de ocho años, en elkarri hemos construido un espacio
de reflexión, pensamiento y acción que queremos compartir.
Creemos que este país necesita una gran respuesta en forma
de movimiento civil que se haga oír y defienda la voluntad
de la ciudadanía: no-violencia y diálogo sin exclusiones.
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