El
problema vasco: negaciones y soluciones
Nacho A.
Desde
que la organización armada ETA dio por concluida, el pasado
28 de noviembre de 1999, la tregua que unilateralmente ella misma
había declarado meses antes, se han ido acumulando nuevamente
sobre la mesa del panorama político nacional las muertes
y los atentados. A fecha de hoy, suman ya 28 las víctimas
mortales de ETA desde la ruptura de la tregua. Estas líneas
no pretenden ser más que una modesta aportación, desde
la sociedad civil, encaminada a la construcción de un escenario
político y social que posibilite la futura superación
de todas las expresiones de violencia del conflicto vasco. Igualmente
tienen como objetivo denunciar públicamente las posiciones
ideológicas de aquellos que, desde la autodenominación
de "demócratas" y contando con toda la maquinaria mediática
del estado español, silencian y niegan todo discurso diferente
al suyo imposibilitando con ello posibles soluciones al conflicto.
Con
el fin de hacer llegar la propuesta política aquí
planteada del modo más claro y ordenado posible, procederemos
al desarrollo argumental siguiente: trataremos de definir los puntos
de partida que caracterizan al conflicto vasco, intentaremos plantear
los caminos que racionalmente se deriven de dichos puntos para alcanzar
la paz y abordaremos las subsiguientes conclusiones.
Premisa
primera: toda expresión de violencia, sea ésta del
tipo que sea y provenga de quien provenga, es repudiable (aunque
no por ello condenable o ilegítima). Se deriva de ello por
tanto la incuestionable necesidad de perseguir marcos de no-violencia.
Premisa
segunda: El objetivo político único y final definido
hasta la saciedad por los "demócratas" a la hora de abordar
el conflicto vasco ha sido y es la paz. No existe ningún
otro objetivo declarado por parte de los principales partidos políticos
del Estado español más que la paz. Paz que además
no tiene precio, no se negocia.
Premisa
tercera: el problema vasco es un conflicto histórico de origen
y naturaleza política en el que se ven implicados el Estado
español y el Estado francés. La resolución
de dicho conflicto debe ser necesariamente política. Seguramente
esta premisa, compartida por una gran parte de la sociedad vasca,
no lo sea tanto en el resto del Estado español. Pero las
pruebas de que verdaderamente el conflicto es político, y
no "criminal" (como pretenden hacernos creer los medios de comunicación),
son innegables: ETA ha matado casi a 800 personas desde que se creo,
en torno a un cuarto de millón de ciudadan@s vascos les apoyan
y otros 300.000 comparten sus objetivos políticos (aunque
no sus medios), más de 3.000 ciudadanos vascos han cumplido
y cumplen condenas de cárcel y otros 20.000 abertzales
han sido detenidos desde 1978 …Pero por si estas cifras no hablasen
por sí solas de las dimensiones del conflicto, de que éste
no es policial sino político, y de la imposibilidad fáctica
y la torpeza política que supone criminalizar a un 15% de
la población vasca, tenemos la guinda de la hipocresía:
el gobierno español mantiene la tesis de que el conflicto
vasco no es un conflicto político, y sin embargo trata a
los presos de ETA como si lo fuera. ¿Cómo, si no, se explica
la política penitenciaria del Ministerio del Interior basada
en el sistemático incumplimiento de la legalidad española
vigente (dispersión geográfica, cumplimientos generalizados
superiores a los 3/4 de las sentencias…)?
Ante
problemas políticos, soluciones políticas. La derrota
policial de ETA no es posible en la medida en que una supuesta desactivación
de la estructura militar de la organización sería
siempre temporal mientras no se eliminasen al mismo tiempo las circunstancias
politico-sociales que constituyen el germen del conflicto y, por
tanto, el motor del apoyo social aberzale.
Acordadas
estas premisas, ninguna de ellas a mi juicio descabellada, pasemos
a examinar los caminos políticos que se abren ante nuestros
pies. Recordemos para ello cual era el objetivo final perseguido:
la paz.
Los
"demócratas" españoles y su aparato propagandístico
han repetido hasta la saciedad que con los "violentos" no se negocia,
que primero ETA tiene que dejar de matar, y que luego se negociará.
Y yo, desde la más honesta ingenuidad, me pregunto…¿qué
es lo que hay que negociar con ETA y con su brazo político
una vez que la organización armada haya dejado de matar?
La respuesta es NADA, por que lo que hay que negociar es precisamente
eso: que dejen de matar. Decir que para que haya paz lo que hace
falta es que ETA deje de matar es como no decir nada; es una tautología
política y mediática carente de argumento. Para que
una pared esté blanca no tiene que ser blanca: es necesario
pintarla.
Si
realmente el objetivo perseguido por los "demócratas" fuese
la paz, única y exclusivamente la paz, ésta sería
fácilmente alcanzable. Bastaría con afrontar el reto
político de crear un escenario de negociación abierto,
sin exclusiones, donde participe el conjunto de la sociedad vasca
y donde se sienten las bases que permitan a Euskal Herria tener
la última palabra respecto a la conformación de su
futuro. La autodeterminación del pueblo vasco, plasmado en
forma de referéndum en un marco exento de violencia, debe
ser la pieza clave que articule el proceso de paz. Indudablemente
las dificultades de dicho proceso serían, pero nunca insalvables
con voluntad política. Dificultades similares o mayores plantean
los conflictos abiertos en Irlanda o Palestina y sin embargo se
han iniciado procesos de diálogo.
No
obstante, este camino parece difícil. Los "demócratas"
parecen empeñados en no ver que, si su objetivo único
y final fuese exclusivamente la paz, ésta no se nos antojaría
tan lejos. La responsabilidad política, ética y moral
a la que se enfrenta ETA después de cada atentado es inmensa,
cada vez más. Es la responsabilidad de aquellos que han optado
por la lucha armada, y por tanto por la muerte, como instrumento
para conseguir un fin políticamente tan legítimo como
cualquier otro, pero que queda desvirtuado por sus medios. Sin embargo,
la responsabilidad a la que se enfrentan el gobierno del PP y sus
aliados en la oposición es mayor aún si cabe, pues
en sus manos está la posibilidad real de desactivar
el conflicto vasco y no lo hacen. La diferencia radica en que ETA
es una organización armada que se legitima en base a su propia
estructura militar y a sus apoyos sociales, mientras que el Estado
español, supuestamente democrático y de derecho, pretende
anclar su legitimidad en la legalidad vigente, no siendo posible
comparar el grado de responsabilidad de unos y otros en la consecución
de la paz. De lo único que es capaz este gobierno es de promover
y convocar manifestaciones; es decir, lo único que no le
corresponde.
Así
pues, se nos antoja difícil creer, después del ejercicio
anterior de intentar plasmar el conflicto vasco en sus más
simples elementos, que el único y final objetivo del
los "demócratas" sea el de lograr la paz. Parece más
bien que, en contra de lo que ellos mismos repiten una y otra vez
en sus medios de comunicación, la paz sí tiene precio,
y además no están dispuestos a pagarlo. El precio
de la paz, hoy por hoy, asciende al caro sacrificio que para el
nacionalismo español supone el posibilitar un proceso de
autodeterminación para Euskal Herria; proceso de autodeterminación
que podría llegar a concretarse política y jurídicamente
en forma de independencia.
De
esta manera, llegamos a un punto en el que nos vemos obligados a
cuestionar y redefinir una de las premisas de las que partíamos;
la segunda: no es cierto que el único y final objetivo de
los "demócratas" sea la paz. Sin lugar a duda éste
es uno de sus objetivos a la hora de abordar la cuestión
nacional vasca, pero no el prioritario. El objetivo prioritario
sigue siendo, a corto plazo, la rentabilización política
y electoralista del conflicto por parte de PP y PSOE, y, en última
instancia, el mantenimiento de la unidad política y territorial
de España, y el precio que están dispuestos a pagar
por ello (en vidas humanas) es tremendo. El propio gobierno así
lo reconoce: "los concejales del PP están escribiendo una
página gloriosa en la historia de España; ni un paso
atrás". Vemos ahora como la paz, cuando es la propia maquinaria
del Estado español quien lo fija, sí que tiene un
precio.
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