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Cuentos espaciales
(Apotegmas sobre la okupación)

Hay que hundir las palabras en la realidad
hasta hacerlas delirar como ella

Juan GELMAN


1. nos ponemos a escribir y pretendemos que lo que hacemos sirva para todo, así la fatuidad del(a) que escribe: sabedor(a) de que al menos l@s amig@s leerán casi hasta el final y casi por completo, decide que es capaz de decir tanto y que lo que dice valdrá para siempre y se aplicará a lo que se desea

2. así, deseamos hablar de okupar aquí –en Lavapiex– y que eso sea hablar de okupar aquí –en Madrid– y que eso sea hablar de okupar allí –en cualquier urbe del orbe o de la galaxia

3. necesariamente, sin embargo, no será lo mismo okupar en Lavapiex que en La Guinda o en Barna o en Euskadi o en Cádiz, a no ser –cosa improbable– que quienes okupen sean iguales o sean l@s mism@s

4. de lo que deducimos un principio: aquí se okupa para llevar a cabo un deseo es decir muchos deseos por parte de una gente es decir mucha gente a un tiempo es decir muchos tiempos

5. y así nos encontramos gentes de procedencia e imaginario político muy dispar bajo categorías comunicativas, cooperativas (de intereses, de lenguaje) cada vez más estrechas. Momentos de agregación colectiva que son irreversibles en tanto que constituyen una práctica social, una forma de vida que, quien ha apostado por ella, difícilmente puede volver a vivir como antes. De este modo, una expresión de agregación colectiva puede devenir un momento constituyente profundo,1 pero no por ello dejaría de ser un conjunto de voluntades contradictorias y de conflictos colectivos que, incluso en los casos en que se consolida, sigue siendo esencialmente contradictorio

6. lo que nos obliga (falso) a decir lo que deseamos, a definir un proyecto; de lo contrario, nos ahogarían las contradicciones y las incertidumbres, no podríamos seguir, y queremos hacerlo. (Auto)exigencia difícil: ¿vamos a ser precisamente nosotr@s quienes sepamos lo que deseamos? Fuera del vogliamo tutto, of course

7. entonces será por eso que escribimos, que decimos: para experimentar la expresión del deseo, y conscientes de que en ese ámbito todo decir es límite, también nuestra práctica es límite: jugamos en los lindes del decir: metalenguaje; en los lindes de la política: antepolítica; en los lindes del deseo: locura

8. hay pues un deseo de okupar: no sabemos de dónde viene, es posible que sepamos para qué. ¿Hay que expresarlo? ¿Y si somos tan diferentes como podemos serlo y lo que ocurre es que cada quien desea de una forma y aquí de lo que se trata es de que además hay un deseo (no sabemos de dónde viene, es posible que sepamos para qué) de hacerlo junt@s? No sólo una necesidad (de vivienda, de espacios liberados, etc.), no sólo un mecanismo de protección, de unidad, de acumulación de diferencias/fuerzas, sino un verdadero desafío, una apuesta loca en el vacío: prácticas de libertad, procesos cooperativos en los que ponemos nuestra vida entera sin esperar nada. «Lo que quieres quiérelo porque lo quieres.» No una okupación para algo que se supone viene después –para llevar a cabo tal o cual proyecto, para liberar espacios, para transformar la realidad, para concienciar a la gente… y así–, sino porque lo queremos, porque sabemos que esa es la experiencia en la que efectuamos la cooperación, las prácticas de libertad, la rosa sin por qué, el fantasma (algunos lo llamamos comunismo ahora). «Escondido en algún punto de una casa / cabezabajo por ver si algún bicho pasa.» Una okupación murciélaga: l@s murciélag@s se cuelgan unid@s por los pies y cuando quieren volar se dispersan en mil direcciones diferentes y no chocan y se vuelven a juntar y a trabajar volando

9. un@ no es igual a sí mism@ siempre (¿un@ es vari@s?). «A lo mejor soy otro» escribió un tal César Vallejo. Querer proliferar no es querer que much@s sean iguales a un@, sino que haya momentos en los que ese no ser igual a sí mism@ ni a otr@s estalle. Diez, cien, mil centros sociales… que sean en cada momento lo que en cada momento decidan: proyectos de ser proyectos es equivalente a proyectos de no ser proyectos o, dicho de otro modo, ¿para qué hablar de proyectos si nos recuerda a apuntarse a un plan de pensiones, a hablar del Futuro, de lo que esperamos de cada (mo)vida? Es la propia espera la que nos (m)ata. Inacabados y a la deriva, nada más tenemos que nuestro vivir mismo. Y nada menos

10. «yo soy otr@»,2 «un@ es vari@s», «ni proyectos políticos ni política de proyectos». Claro que no hay ninguna voluntad de polemizar si tal o cual cosa es o no un proyecto o de sabotear proyectos. Si es preciso, (a)firmamos un proyecto, el que sea, pero no porque sirva de punto de partida de nada3 o como juicio/baremo de los actos por venir, sino por expresar un deseo específico, una postura singular que está en lucha: nos reservamos nuestra capacidad de traicionar(nos), de fluctuar, de partir por enmedio, de proyectar de nuevo, de proyectarnos a sabiendas de que cuando la imagen sea proyectada el original ya puede haberse desplazado, estar en otro sitio. «Ser rápidos sin moverse.» Nos ocurre tanto, que lo cínico sería no decirlo, no avisarlo, no incorporar a nuestro discurso el vacío del proyecto. Nos hemos visto tanto, que nos ponemos en duda y dudamos de que nada de lo que hagamos (o escribamos) sirva para nada. «Cuando no hay nada que hacer, puedo elegir» (siempre Robe). Que las cosas, para hacerlas, tengan que servir para algo es un peso muerto del que hace tiempo nos descargamos

11. ojo: todo esto y lo que sigue es ¡¡teoría/filosofía!! de la okupación. Nos lo han dicho tantas veces… «metafísico», «abstracto», «teórico», «poco concreto».4 Escribir, explicarse, es difícil si no se busca persuadir de nada. En todo caso, es esta una escritura cuyo único fin consciente es que desborde lo escrito, que no se quede en las palabras (porque «las palabras entonces no sirven: son palabras»)

12. nada más okupar un inmueble nos encontramos con un lugar vacío, muerto. Podemos construir un centro social haciendo una distribución del «lugar» en función de unas ideas, de unos grupos, de unos sexos, en suma, de unos proyectos previos. Convivir de acuerdo a relaciones de coexistencia y buena vecindad. La ley de lo «propio» rige el lugar. Así se excluye la posibilidad de que dos cosas ocupen el mismo sitio y de que acaso entren en conflicto; se definen los espacios por contigüidad, uno al lado del otro, cada uno colocado en su «propio» sitio diferenciado, un sitio definido por él o por ella (o por tal o cual colectivo o grupo de afinidad). Con esta configuración típica se consigue una cierta estabilidad

13. pero un centro social puede ser otras veces un espacio. Un espacio es lo que surge cuando se tienen en cuenta vectores direccionales, velocidades y lentitudes, variables de tiempo. Cuando se disuelven y estallan y se mezclan y se contagian las identidades (grupales, sexuales o de género, políticas…). El espacio se compone entonces de las intersecciones de unos elementos móviles. De alguna manera, se activa por el conjunto de movimientos moleculares, promiscuos y a menudo contradictorios desplegados en su interior. Cuando no hay nada, se puede construir cualquier cosa: literalmente es como crear un mundo, varios mundos, es decir, dibujar nuevos contornos y nuevas líneas flexibles que en nada recuerdan a ningún otro lugar en el que hayamos estado (incluyendo otras okupas). Reducido a una línea abstracta, a un sutil trazo, quien entra en este proceso se hace irreconocible, se confunde con las paredes y los objetos que le rodean: pura potencia, me gustaría llamarlo anomalía salvaje

14. el «espacio» no surge a partir de identidad o proyecto alguno, sino como efecto producido por las operaciones que le orientan, le sitúan, le imbrican en el tiempo y que le llevan a funcionar como una unidad polivalente de programas o proyectos conflictivos y proximidades contractuales, «negociadas» (a priori dispares). Así, al contrario del «lugar», el «espacio» no tiene nada de la univocidad o la estabilidad de lo propio, de lo identitario («soy esto o soy lo otro»). Hay conflictos (colectivos) y devenires (contradictorios). Un lugar es como una foto, una configuración instantánea de posiciones, mientras que un espacio es un lugar practicado, atravesado, desgarrado. Desterritorializado. Un lugar es un inmueble abandonado, con precio pero sin valor (social); un espacio es un inmueble okupado, sin precio pero con valor (de uso)

15. quien reinventa el espacio, por definición «inacabado» –yendo a la deriva y rechazando las reterritorializaciones– puede comprender y realizar esta especie de inacabamiento permanente. Produciendo espacios, unificando allí donde el mando divide, dividiendo allí donde el mando unifica. Imponer desde las alcantarillas la reinvención del espacio urbano, sin lamentar ni siquiera un segundo la desaparición de lo social, «la falta de implicación de la peña», etc., sino probar a asumir ese desierto social como algo positivo. Los centros sociales serán irrepresentables porque son diferentes, surcados por diferencias que permanecerán nómadas y renegociables, que serán vividas –las diferencias– de forma gozosa, que no cristalizarán en identidades cerradas, codificadas, neotribales

16. esta vivencia de las prácticas cotidianas como prácticas de libertad es en sí misma una relación con el mundo: en los sueños y en la realidad, y muy probablemente porque precede a la diferenciación entre ambos, expresa un modo de estar (y no de ser) –situado por un deseo, indisociable de un vector de existencia e implantado en un espacio–: desde esta perspectiva, hay tantos espacios como experiencias espaciales distintas

17. el centro social okupado como metáfora de un espacio urbano reinventado donde la casa (por desgracia) es una casa pero es también una calle y una plaza, y la calle es una calle pero se convierte también en una plaza y una casa, donde cualquier elemento asume diversas configuraciones y significados en relación a los demás. Okupado, construido a partir de un sistema de referencia cualesquiera (incluyendo ningún sistema de referencia), donde su configuración espacial no está dada de antemano, donde no gobierna ni el Reloj ni la Regla; donde la distribución del espacio y de los elementos que hay en él cambia continua e imprevisiblemente; donde los cuerpos (y los lenguajes) se deforman durante su movimiento; donde, como consecuencia de ello, el movimiento determina la forma del objeto y el tiempo no es una cuadrícula donde suceden «cosas» (relaciones, nexos, lenguajes, afectos) sino que es las «cosas» mismas; y donde cada «cosa» puede funcionar, pues, como «cuerpo de referencia», de atractor extraño que reconfigure todo cada vez

18. uso/usamos palabras que pueden resultar chocantes: ningún lenguaje es lo bastante válido para expresar esta complejidad y sin embargo todo@s lo hemos experimentado en algún momento. La forma que adoptará cada centro social, cada espacio metropolitano reinventado, no es sino la aventura de sus deformaciones. Ningún Proyecto, ningún Lenguaje que trate de (pre)definirlo puede proyectar el conjunto por mucho que lo intente. La mera búsqueda del Proyecto obliga a ponerse de acuerdo, a establecer puntos en común, a ver lo que nos une, a establecer exclusiones, etc., cuando que sepamos ningún proceso colectivo que haya valido la pena ha nacido de la identidad o de la analogía con otra cosa (por muy potente que fuera esta). En este sentido, sólo nos interesa la experiencia que no acumula experiencia, pues la experiencia nos dice que no es la repetición de la experiencia sino que son variaciones mínimas, filamentos sutiles –densidades de color, de afecto, perfiles, espesores, dimensiones, velocidades y lentitudes: acontecimientos5 los que liberan la potencia del social, los que ponen en relación a lo diferente, los que subvierten las inercias y ponen en movimiento los antagonismos

19. los centros sociales no deberían servir para reunir las miserias, para «acumular fuerzas», para hacer política6 (sea la que sea) o terapias de grupo, para «cubrir necesidades» en el barrio o concienciar sobre nada: que sean la expresión social de una comunidad nómada; y de ser instrumento o estrategia de algo, que lo sean de estrategias de comportamiento subversivas, algo así como un laboratorio difuso y policéntrico, donde se forjen armas siempre nuevas y diversas: para contestar a la programación multimediática del territorio es preciso reapropiarse de la comunicación, y esto significa no sólo construirse medias (radio, redes telemáticas, videoproducciones, publicaciones de todo tipo, graffiti, uso rupturista de todas las artes y formas de expresión) sino también reconocer nuestra percepción, reconocer nuestros cuerpos (ejemplo: rebelarse contra la medicina, contra la psiquiatría, contra la política...), disolver nuestras personitas, nuestras identidades. Puesto que el dato «ambiental» del dominio puede resumir en sí a todos los demás, esa (aparente) ausencia de objetivos nos permitirá movernos realmente en todas direcciones: a algunas les interesará buscar en el catastro o hacer encuestas para detectar edificios vacíos en el centro de Madrid, otros llamarán a colarse en los transportes urbanos o convocarán huelgas salvajes en institutos y facultades. A otras les vendrán ganas de cambiar con perfomances, con okupaciones o con sabotajes el uso de una plaza o el destino de un edificio. Habrá quien organizará las okupaciones de casas o de centros sociales, y quien dirá (y hará) lo suyo sobre la restauración de un edificio antiguo... carlos tratará de imponer la transformación de un macroedificio abandonado en aparcamiento (de bicicletas) y en una plaza pública para que l@s jubilad@s y l@s niñ@s tomen el sol. jabu hará prosélit@s para su radio Alicia Okupa y financiará un emisor con las aportaciones de l@s comerciantes y los bares de Lavapiex. miquel preferirá sabotear la militarización y el videocontrol de las calles, o bien estropeará los carteles publicitarios, o se ocupará de introducir virus en el hielo negro de las multinacionales de Internet. violeta continuará con su taller de yoga y, junto a muchas otras, okuparán y okuparán creando una red difusa de centros de mujeres. ramón, junto a maño, reorganizará un comedor a precios populares y un taller de vídeo junto a júlicher y de música digital junto a busevín. En fin, laura y maripak irán a las clases de francés y promoverán el trucaje de contadores de luz y agua. pep reconvertirá el taller de sueños en un taller de drogas, aprenderá a tocar ritmos hipnóticos con el djembé y, por último, nos introducirá en los principios de la lógica borrosa. marisa se volcará en la okupa rural castellanoleonesa. álex copiará en los exámenes y hurtará en los supermercados comida para ron y para el comedor vegano. kike fotocopiará libros enteros y enseñará a su hija gara a no ir a votar y a krakear videojuegos. sera y ani escribirán relatos y pintarán al alimón las paredes de cualquier calle con versos de alejandra pizarnik. rakel cantará con voz de ángel poemas de gelman y otros boleros. pepe y ana volverán a la carga con un taller de «cadáveres exquisitos» y este último, pese a las innumerables presiones, se negará en redondo a crear un club de fans. Y arantxa... arantxa seguirá dentro de nosotr@s en todas y cada una de las cosas que hagamos

Etcétera


Notas

1. Toni Negri habla del «poder constituyente»: una máquina en la que la democracia directa en lo cotidiano organice la comunicación directa, la interactividad de las gentes, al mismo tiempo que produce subjetividades cada vez más libres y cada vez más complejas. «Un poder en las redes de producción, de autovalorización y autorganización de todo lo que emerge en la sociedad, producido por las subjetividades colectivas. Un poder constituyente que tiene como regla fundamental el ser cada día una invención colectiva de racionalidad y libertad. [...] El acontecimiento, la inactualidad, el angelus novus –cuando surgen– lo hacen de improviso.» Salta a la vista que esta idea se opone punto por punto a la necesidad de disponer de proyectos constituidos a priori, por muy justos que sean estos. Notar también que esta potencia constituyente –verdadero contrapoder–, se aleja del clásico recurso a la asamblea o a cualquier otro órgano instituido donde tomar decisiones o plantear batallas políticas. Si es que, en el caso de un centro social okupado, es en el cotidiano donde al final se rearticulan las prácticas y los deseos, donde se expresan permanentemente los intercambios, los nexos y diferencias –y su disolución–, debe ser el cotidiano el que rija esos procesos, no una instancia que se eleve por encima de él, sea asamblearia o lo que sea. En ese sentido, la asamblea sólo puede ser una expresión más de ese cotidiano donde discutir y organizar cierto número de actividades de alcance general y no un parlamentillo donde solventar nuestras diferencias o, peor aún, donde cualquier líder carismátic@, grupo o lobby militante trate de llevarse el gato al agua e imponer su Verdad (sea esta autónoma, anarquista, feminista o galáctica). Cuando alguien ha conseguido que se discuta sobre los «verdaderos» intereses del movimiento (en cualquiera de sus variantes identitarias), el resultado ha sido la más miope guerra de posiciones, la incapacidad de volver a poner en juego las experiencias y el desgarrarnos polemizando y guerreando con posturas que se habían vuelto inútiles por inoperantes cuando no directamente arqueológicas desde un principio.


2. Soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra. Siempre allá, más lejos,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta…

Octavio PAZ, Piedra de sol (1957)


3. Nunca hay un término del que se parta, ni al que se llegue o deba llegarse. La pregunta ‘¿Qué es de tu vida?’ es particularmente estúpida, puesto que a medida que alguien deviene, aquello en lo que deviene cambia tanto como él. Los devenires no son fenómenos de imitación ni asimilación, son fenómenos de doble captura, de evolución no paralela, de bodas entre dos reinos. Y las bodas siempre son contra natura. Las bodas es lo contrario de la pareja. La abeja y la orquídea nos dan el ejemplo.

Gilles Deleuze, Conversaciones


4. Había una o dos decenas de adjetivos cuyo empleo era seguro y hasta obligatorio; he aquí algunos: decadente, hipócrita, morboso (aplicado a la burguesía capitalista); heroico, disciplinado, conciencia de clase (para el proletariado revolucionario); pequeñoburgués, romántico, sentimental (para los escrúpulos humanistas); oportunista y sectario (para las desviaciones hacia la derecha y hacia la izquierda, respectivamente); mecanicista, metafísico, místico (para las concepciones intelectuales falsas); dialéctico, concreto (para las concepciones correctas); apasionado (para las protestas), fraternal (para los saludos), inquebrantable (aplicado a la fidelidad al Partido).

Arthur Koestler, Sobre el lenguaje codificado del Partido Comunista.


5. Todo acontecimiento es una llovizna. Si los infinitivos ‘morir’, ‘amar’, ‘moverse’, ‘sonreír’, etc. son acontecimientos es porque hay algo en ellos que su cumplimiento no logra realizar, un devenir que no cesa de alcanzarnos y a la vez de precedernos, como una tercera persona del infinitivo, una cuarta persona del singular. […] Querer el acontecimiento nunca ha sido resignarse, y mucho menos hacer el payaso, el histrión, sino extraer de nuestras acciones y pasiones esa fulguración de superficie, contrafectuar el acontecimiento, acompañar ese efecto sin cuerpo, esa parte que supera el cumplimiento: la parte inmaculada, el amor a la vida que puede decir sí a la muerte. Hacer de un acontecimiento, por pequeño que sea, la cosa más delicada del mundo, justo lo contrario de hacer un drama o una historia. Amar a los que son así: cuando entran en una habitación, no son personas, caracteres o sujetos, son una variación atmosférica, una variación de color, una molécula imperceptible, una población discreta, una neblina o una llovizna.

Gilles Deleuze, Conversaciones


6. – ¿Eres político, Lou?
– ¿Político? ¿Con respecto a qué? Dame un tema,
te daré un pañuelo y me limpias el culo con él…


Lou Reed, Take no prisoners

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