La máquina de guerra se abre con una decisión, basada sobre el vacío de la propia decisión. Decisión que funda la alianza de los amigos en una inversión de energía que transforma la realidad sin medirla. La máquina de guerra "ocupa el espacio sin medirlo". El cielo negro sobre la plaza catalunya. La máquina de guerra es una alianza de los amigos donde el dolor es la memoria de la fuerza puesta en común.
La alegría disolviéndose en la acción. No hay futuro para la máquina de guerra porque toda la riqueza de la máquina de guerra se consume en su darse, en su presentarse, en su ser presente y regalo. No te puedes guardar un poco para mañana porque la relación con el tiempo es diferente a la acumulación para mañana propia del trabajo. La máquina de guerra no es un trabajo. La máquina de guerra es el juego más serio porque te estás jugando la vida. Pero es juego y no trabajo, es un juego que se permite romper sin fin sus propias reglas, es así de arbitrario, intempestivo, gratuito, es una impura levedad que se eleva sobre el tiempo del arrastre terrestre de los flujos, para caer, en picado, para abalanzarse a una velocidad infinita sobre los objetivos escogidos. Porque como explica El Malabarista "si el tiempo es oro, el movimiento es poder".
La máquina de guerra cambia el orden porque se clava en el centro de tu vida. Remueve la intimidad acelerando la exterioridad de los cuerpos, las calles transitadas una y mil veces ya no volverán a ser las mismas... La máquina de guerra es una toma de la ciudad que transforma la vida, acercando el gozo a la destrucción porque no importa conservar cuando estás en peligro.
La captura sin fin
puesta en cuestión sin fin
con los amigos en la fuga de la muerte.
Una paella cogida por el mango, lo que se está cociendo es el centro de la ciudad que es a la vez el centro de tu vida. Porque en la máquina de guerra lo colectivo y lo individual se relacionan locamente, las distinciones habituales han explotado, arrastrando hacia un espacio y un tiempo de experimentación, de mezcla y desmesura: fuerza festiva que quiebra la rueda del tiempo abriendo una línea de nomadismo. La incertidumbre de la precariedad se ve redoblada por una apuesta que no quiere la certeza, porque quiere la lucha, la posición a la intemperie de la guerrilla que ataca donde el enemigo no se encuentra.
Es esta una carta de energía muy alta: por eso es necesario no quedar atrapado en esa misma fuerza, tomar cierta distancia (carrerilla, perspectiva), canalizar... Existe una especie de peligro: que un conflicto se nos imponga sin descanso, que el conflicto se nos coma la vida en el movimiento acelerado que le es propio. Por eso es tan importante la estrategia general y la táctica concreta, para no dejarse arrastrar. Siempre hay que tratar de subirse a la ola para evitar hundirse en su violencia.