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  nº 40 noviembre 03

La guerra del gas
Consecuencias de la globalización en Bolivia



AMAL ABORDÁN Y TEÓFILA GUARACHI*

>> Después de diez días de paro indefinido en la ciudad de El Alto, y de más de 80 muertos a manos del ejército, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada presentó su dimisión ante el Congreso Nacional. Las movilizaciones populares, que comenzaron por exigir que el gas no se vendiera, obligaron a Sánchez de Lozada a tomar esta decisión y a huir del país el 17 de octubre. El nuevo presidente, Carlos Mesa, tiene grandes retos por delante

Si queremos entender qué es lo que pasó para que la denominada guerra del gas estallara en Bolivia, debemos remontarnos a abril de 2000, cuando el pueblo boliviano protagonizó la “Guerra del Agua” y logró expulsar a la transnacional norteamericana Bechtel del país. Ese año, el país sufrió una gran convulsión debido también a las protestas del movimiento campesino, que exigía el cumplimiento de un pliego de peticiones, entre las que se encontraba la creación de una universidad para los campesinos, mil tractores y la electrificación de sus viviendas. Ese fue el primer aviso y la primera demostración de que los bolivianos no estaban dispuestos a dejar que sus recursos naturales fueran explotados por multinacionales que no aportaban beneficios al país.

Febrero de 2003 fue otro indicio, esta vez ya con la presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada, también llamado Goni. La denominada “Guerra del Impuestazo” se cobró la vida de 30 personas que murieron para que el decreto que incrementaba los impuestos en los salarios fuera derogado. Este decreto seguía las recomendaciones del FMI, y su puesta en practica habría aumentado la opresión económica de la población. Pero el entonces presidente Goni, no escuchó lo suficiente al movimiento social ni a los levantamientos populares que querían ser protagonistas de su propia democracia y de su país, cansados de escuchar compromisos que nunca fueron cumplidos.

El inicio del levantamiento popular
A mediados de septiembre de 2003, lo que se inició con la petición de libertad para un dirigente campesino de Pucarani, desembocó en la “Guerra del Gas”. El 8 de septiembre, los campesinos habían iniciado una huelga de hambre para que se les atendieran sus reivindicaciones -huelga que no acabaron hasta el 17 de octubre. El 9 de septiembre, Edwin Wampu es detenido acusado de asesinato.
Comunarios (1) de Pucarani, Warisata y otras poblaciones del Altiplano inician un bloqueo de caminos pidiendo su libertad. La respuesta a este bloqueo por parte del gobierno fue el envío de un fuerte contingente militar al mando del ministro de defensa C. Sánchez de Berzain para rescatar a cerca de 1.000 personas, entre turistas extranjeros y ciudadanos bolivianos. La falta de control de las operaciones hace que cinco personas pierdan la vida el 19 de septiembre.

Este fue el detonante para que los campesinos radicalizaran los bloqueos e iniciaran una huelga de hambre. Pasan 17 días y el gobierno sigue sin dar respuestas. Mientras, otros sectores se van uniendo a las movilizaciones, esta vez con una demanda común: la no exportación del gas.

Una de las poblaciones que más radicalizó sus movilizaciones fue la ciudad de El Alto (2). El paro cívico indefinido iniciado en dicha población, el 7 de octubre, fue el principio del fin de la caída de Goni. Nadie esperaba, y mucho menos él, que una población principalmente compuesta por indígenas aymaras y quechuas, provenientes de las minas capitalizadas (3) y de las zonas más pobres del altiplano, que hace casi medio siglo migraron en busca de una vida mejor y fueron creando esta ciudad, puerta principal de La Paz, iban a conseguir no sólo que el gobierno se replanteara la ley de hidrocarburos y su exportación, sino que el presidente presentara su renuncia.

Uno de los hechos que aceleró la caída de Goni fue la masacre que sufrió la ciudad de El Alto los 11,12,13 y 14 de octubre. Primero fue la muerte de dos mineros de Huanuni, del departamento de Oruro, que acudían a El Alto a apoyar las manifestaciones. Después, la movilización pacifica que los alteños estaban protagonizando llevó al presidente a militarizar la ciudad para controlar el movimiento social. Esta acción no sólo no tranquilizó al pueblo, sino que acrecentó la ira, el dolor y la lucha por la muerte de casi 80 personas. Unas muertes que no fueron fruto de una lucha a partes iguales, sino una auténtica masacre. La población, que se armo únicamente con palos y piedras, fue disparada por metralletas, francotiradores y helicópteros del ejército. El 99% de las víctimas pertenece a la población denominada indígena u originaria. Entre los grupos intelectuales del país ya se habla de que “la guerra del gas” fue un etnocidio. Y un etnocidio del que también fueron víctimas los propios verdugos. Porque la mayoría de los militares que empuñaban las armas no eran más que jóvenes conscriptos que estaban realizando el servicio militar, que apenas superaban los 20 años. Entre los rumores que circulan después del conflicto, queda por confirmar uno que señala que varios de estos “soldaditos” fueron asesinados a manos de sus superiores por no querer disparar contra el pueblo que bloqueaba.

A la población de El Alto se unió también una clase media de la ciudad de La Paz, que a través de intelectuales, personalidades públicas, como la ex defensora del pueblo Ana María Romero, comenzaron a organizar piquetes de huelguistas de hambre. Cerca de 1.000 personas formaban estos piquetes en todo el país el día 17, cuando Goni puso a disposición del Congreso Nacional su cargo. La presión social de todos los sectores del país, la falta de gobernabilidad y la falta de apoyo de su gabinete ministerial derivaron en una salida constitucional.

“Democradura”
El ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, en el transcurso de los acontecimientos, insistía en que lo que se estaba viviendo en Bolivia era un golpe de estado y un atentado contra la democracia. Pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que la política de Goni tenía sombras de dictadura, lo que había hecho que una semana antes del conflicto, en una edición del semanario Pulso, Ana María Romero hablara ya de una democradura. En los días del conflicto esto se vio acentuado por el uso indiscriminado de las fuerzas armadas en contra de la población y por el amedrentamiento de algunos medios de comunicación que se alzaron con la voz del pueblo. Radio Pachamama, Red Erbol, Canal 36 y canal 4 RTP fueron amenazados para que dejaran de transmitir. Asimismo, el gobierno confiscó un número de El Diario en el que se pedía la dimisión de Goni y se intentó censurar el semanario El Pulso. Otras emisoras, como Radio Jimena o Radio Pío XII fueron cerradas e impedidas de realizar su labor periodística.

El nuevo gobierno y lo que se viene ahora
El periodista e historiador Carlos de Mesa, que se presento junto a González Sánchez de Lozada en las elecciones de 2002 como independiente, es ahora el nuevo mandatario de Bolivia.

El nuevo presidente del Gobierno pareció empezar con buen pie en el país. Al día siguiente de su nombramiento, subió a la ciudad de El Alto a mostrar su apoyo a la población. Era la primera vez que un presidente visitaba esta ciudad en los 21 años de democracia del país. “No me serviré de la Nación, sin que serviré a la nación”, dijo en su discurso de toma de posesión.

El presidente Mesa afirma que su gobierno está determinado por la atención a las demandas de los diferentes sectores sociales. Para ello, cuenta con un gabinete ministerial formado por intelectuales independientes.

Sin embargo, no son pocos los retos a los que se enfrenta en nuevo presidente. La Central Obrera Boliviana, COB, le ha dado una tregua de 90 días para cumplir sus promesas. Pero, ¿cuáles son las urgencias de Bolivia en este momento?
La primera demanda común de la población es la revisión de la ley de hidrocarburos y un referéndum sobre la exportación del gas. A este respecto, lo que más se necesita es información para que la población tenga un criterio apropiado sobre los beneficios de esta exportación.

La COB incorpora a sus demandas la revisión de la ley de Seguridad Ciudadana, en la que se señala que todos los que realicen bloqueos, mítines o manifestaciones de protesta serán detenidos por los efectivos policiales; la revisión del Código Tributario, que ahora viene a ser un “impuestazo” en todos los salarios; mejoras salariales para los trabajadores; la no participación de Bolivia en el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

Por su parte, la Confederación Única de Trabajadores Campesinos pide además el cumplimiento de su pliego de peticiones de 42 puntos; la compra de mil tractores para la agricultura. El sector de los cocaleros cuenta entre sus peticiones con la legalización del cultivo de la coca. El Movimiento Sin Tierra busca una nueva distribución de la tierra con la consigna de “la tierra es para quien la trabaja”.
Otro de los sectores sociales con importantes demandas son los desocupados, piden al gobierno la creación de nuevos empleos. Además de éstos, existen varios movimientos sociales con demandas sectoriales (4), a las cuales Mesa deberá responder de una u otra manera.

Sin embargo, y a pesar de que la mayoría de los sectores tienen como demanda común la no exportación del gas, no toda la población Boliviana opina de la misma manera. Así, las regiones de Santa Cruz, Pando, Beni y Tarija están también alzando su voz para que el gas se exporte, y se exporte por Chile.
Carlos Mesa tiene mucho por hacer si quiere responder a todas las demandas y que el pueblo no se levante contra él.

* Del Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza en El Alto. Resumen de Demetrio Patocho

Más información:
>El conflicto del gas en cifras


(1) Nombre de los campesinos que antes tenían grandes extensiones de tierras en común, y estaban organizados por comunidades.
(2) Situada a 12 kilómetros de La Paz, El Alto se caracteriza por ser una ciudad joven, pobre, con pocos servicios, y cuya población sobrevive día a día principalmente del mercado informal y del comercio.
(3) La capitalización viene a ser un tipo de privatización, solo que el gobierno lo denominó así. Más o menos es que el 49% del capital era privado, y el 51% del Estado. Pero en la práctica, las empresas tienen más capital privado.
(4) Sectores movilizados en Bolivia: magisterio urbano y rural, colonizadores de La Paz, Coordinadora del Gas, transportistas interprovinciales, Federación Única de Trabajadores en carne de El Alto, mineros, jubilados, trabajadores de la salud, trabajadores de la Seguridad Social, profesionales, gremiales, organizaciones vecinales, estudiantes de universidad y de institutos, panificadores, etc. Esta variedad de intereses explica en parte porqué, ante la debilidad del gobierno, no se le contrapuso ni se le contrapone una alternativa surgida de los sectores, por lo menos de los más activos. [nota: Demetrio Patocho].

 

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