Una modalidad actual del apunte es la del texto pecuniario del profesor. Ya que la clase no existe, y l@s alumn@s tampoco, el "profesor" (vamos a llamarle profesor por no llamar a nada ni a nadie de ningún modo) decide suspender las sesiones de taquigrafía, desembarazarse de la molesta obligación formal de la universidad y directamente reproducir la copia del saber aprobable en el formato "libro". La universidad ha engendrado una caterva de intelectuales mediocres que bajo la excusa de la pedagogía intermedian entre las verdaderas fuentes del saber (el texto original creado por el autor) y aquel que debería de aprender sintiendo, interpretando y pensando, otrora, en un pasado idílico que quizás sólo existió una vez en la grecia clásica, el alumno. La industria editorial de la mediocridad universitaria produce ("produce" otra vez por no llamar de ningún modo a nada) cada año un sinfín de "libros" dedicados exclusivamente a que unos "profesores" parasiten saberes que desean ajenos, los copien, los mediaticen y obtengan una plusvalía firmando como autores de textos que no se diferenciarían mucho de la copia que sus "alumnos" harían de la transmisión oral de esa información (mejor llamarla información ya que no le quedan fuerzas a la palabra para llamarla saber).
Estos textos genuina y constitutivamente bibliográficos, de características parecidas al pié de página de una página no escrita, fluyen como obligatorios en las clases y cursos, y son incluso protegidos por supuestas leyes de autor que impiden que sean fotocopiados. En el colmo de la desvergüenza muchos no tienen ni siquiera un libre acceso a través de librerías y no son distribuidos más que por mano del profesor que prefiere obtener el cien por cien del beneficio} mal autoeditando} }el texto},} y en ocasiones ni eso: doscientos folios} }fotocopiados en una carpeta y tres mil pesetas en el despacho del catedrático seguro que no le son extraños a muchos.
Los textos obligatorios en la universidad tienen a menudo la semilla de una corrupción} }intelectual y económica miserable. Catedráticos, departamentos, profesores, claustros} }reciben constantemente invitaciones y visitas de comerciales de las editoriales punteras con el fin de que sus libros entren en el programa del curso y sean de compra obligatoria a} }precios escandalosos e intolerables. Catedráticos y profesores titulares son} }sistemáticamente convencidos por esas mismas editoriales para publicar ese tipo de libros indignos intelectualmente que se limitan a copiar lo que otros autores dicen, a dar} }interpretación sin más referencia con el original que la bibliografía o un párrafo desgajado de su contexto. Y esos catedráticos y esos profesores además reciben adelantos por parte de las editoriales que no recibirían jamás de publicar sus textos al margen del programa del curso y de no estar vinculados al negocio universitario. Y todo esto en base a que instaurar un texto como obligatorio en una asignatura de una facultad asegura unas ventas regulares y cuantiosas y que dependiendo de la influencia y de los contactos del profesor producirá un intercambio con sus colegas o mejor dicho, para el caso, socios, consistente en incluir entre los libros obligatorios y los recomendados varias de estas mercancías con derechos de autor.
Y por si fuera poco cuando el mercader universitario recibe un adelanto cuantioso de algunas decenas de miles de euros el "libro" habrá de ser reeditado e impreso una vez tras otra hasta que la "editorial" recupere lo invertido en la compra del profesor y obtenga además cuantiosos beneficios de la venta de la, vamos a llamarla definitivamente así, fotocopia. De ahí la pervivencia de textos desfasados, muy coyunturales, que sin embargo en opinión del mercader "conservan aún lo fundamental", y la escandalosa falta de pluralidad intelectual a la que nos acostumbra que el mismo texto sea común en multitud de universidades.
Y hablábamos de la universidad, pero el negocio empieza desde pequeños cuando de un año para otro los libros "no valen", "ya no son los mismos", y se obliga a padres y alumnos a comprar textos idénticos, de nuevo sólo editados de diferente manera. Y esto se debe a la visita de esas editoriales, a que cambiar de libros supone una oferta mejor de otra editorial o distribuidora y a que el mercaderprofesor recibe regalos y dinero a cambio de estas "decisiones pedagógicas". En los centros privados el dinero, en negro, va directamente a los accionistas del "sector educativo", pero en los colegios e institutos el dinero y los regalos van directamente a los bolsillos del profesor, que ya cobra un sueldo de los impuestos de tod@s, e igual ocurre en las universidades. Corrupción esta comparable con las visitas, regalos, premios y cheques que reciben los médicos de parte de los laboratorios con el fin de que receten sistemáticamente determinado producto. En cualquier caso en el sector educativo se obtienen mucho menores beneficios con lo que casi sería cuestión de recomendarle a los profesores aficionados a esta práctica que abandonen la universidad y se dediquen al negocio de la salud, con ello quizás no mejoren la de nadie, la salud, pero quizás sí la universidad, la pública, la de tod@s.