CARTA DE UN EX-PRESO COMÚN
Hablar de la cárcel es algo difícil,
incluso para una persona que ha estado dentro; y sobretodo hacerlo
con objetividad, con imparcialidad, intentando ver las miserias
y también las cosas buenas que esta institución modelo
de una política y una sociedad decadente tiene, y sobretodo
las personas que a miles hemos tenido que sufrir o estamos sufriendo
la represión brutal en muchos casos, por parte de un régimen
social, en base a su propia impotencia para ver y tratar de solucionar
los problemas de esas personas marginadas, apartadas de él,
en muchos casos por el simple hecho de no compartir sus ideas y
no querer convertirse en simples peones de una máquina burocrática
que poco a poco se va oxidando.
Yo estuve en la cárcel "Modelo"
(?) de Barcelona casi dos meses, anteriormente estuve dos años
en Carabanchel. Se ha escrito mucho sobre los regímenes penitenciarios,
sobre las torturas, tanto sicológicas como físicas,
que se llevan a cabo en las distintas cárceles; desde las
celdas de castigo hasta los "palomares", auténticas
salas de tortura dentro del mas puro estilo "nazi"; desde
los "tratamientos tranquilizantes" de las infermerias,
hasta la incomunicación por tiempo indefinido; desde las
comidas hasta el trabajo en un régimen de explotación,
pero se conoce poco la forma de pensar, de sentir, de reaccionar
del auténtico padecedor de todo esto, el preso, sobre todo
el preso común, y conviene hacer la distinción entre
el común y el político puesto que mientras el segundo
se halla amparado e incluso protegido a veces por la opinión
pública, el primero se halla en la mayoría de los
casos, completamente a merced de unos señores en su mayoría
con una mentalidad retrógrada que reciben el pomposo nombre
de jueces y por ello se creen con derecho a disponer de las vidas
y de la libertad de estos hombres como si de ganado se tratara.
Cierto que esos hombres y mujeres han robado, han traficado, incluso,
han matado, han causado un perjuicio a la sociedad recta y justa
que no puede permitir lo que ella llama delincuencia, y por eso
lo reprime, e incluso prevee su realización con mucha clarividencia,
como lo demuestran algunas leyes (como la de peligrosidad social
por ejemplo), que convierten a todo el mundo en delincuentes en
potencia,gracias al libre albedrío de unos cuantos para poder
salvaguardar sus propios intereses. Habría que investigar,
más que el cómo, el porqué se llega a delincuente,
pero esa no es ahora la cuestión. La cuestión es qué
defensa tiene el preso común frente a la marginación
que la sociedad le hace ojeto: ¿la ley, los jueces, los abogados?
Creo que no. Todos están dentro de la misma ruleta y todos
juegan sus bazas, movidas casi siempre más por intereses
económicos que por respeto, o al menos por interes hacia
el propio individuo. El preso común es la persona que ha
roto con los moldes prefabricados impuestos, se ha salido de unas
normas, y desde ese momento pasa a ser considerado un individuo
molesto, incluso peligroso. A partir de entonces, el preso común
es un sujeto marginado, en muchos casos considerado irrecuperable
para la sociedad, una socidad que no se preocupa lo más minimo
en conseguir su readaptación ni trata de ver los móviles
que le han impulsado a actuar de una forma determinada, sino que
le reprimen, incluso brutalmnte, negándole los más
minimos derechos y explotándole hasta el máximo mediante
un trabajo con un salario ínfimo, incluso negándole
la libertad aún después de haber salido de la cárcel.
Frente a todo esto ¿cual es la opción del preso?
La única opción posible es la unión
, la lucha por unas reivindicaciones mínimas y lógicas
( mejor asisténcia sanitaria, mejor comida, supresión
de las celdas de castigo, salarios justos, etc.); así nació
la COPEL (Coordinadora de Organizaciones de Presos Españoles
en Lucha), cuya acción poco a poco se va extendiendo a todas
las cárcles del estado Español, creando así
un ambiente de solidaridad y camaderia entre estos hombres, que
no ven otra salida que la lucha activa para conseguir sus más
mínimos intereses, dado que la Administración se muestra
impotente o más bien no quiere hacerlo, ya que hay "cosas
mucho más importantes para salvaguardar los sagrados interes
de la Patria que preocuparse por unos pocos, estando en juego el
porvenir de tantos", como declaró cierto ex-ministro
no hace demasiado tiempo. Frente a todas estas luchas, frente a
este movimiento que va tomando cada vez más cuerpo, ¿que
hace la Administración? Reprimir salvajemente, trasladar
a celdas de castigo o a diferentes cárceles a estos hombres
para que "no contaminen" a los demás con sus ideas
"subversivas" y ellos puedan seguir engordando en sus
sillones o tomando el sol en sus chalets en vez de preocuparse por
solucionar todos estos problemas. La Administración y la
Sociedad siguen haciendo oídos sordos, pero algún
día quienes las manejan tendrán que rendir cuentas
por las "víctimas" de todos estos sucesos.
Carlos