Debate
sobre okupación e identidad texto 1
Estábamos
pensando en localizar a nuestro futuro dueño para
negociar la permanencia de la futura Biblio y mira por donde es
el dueño el que viene a visitarnos y nos dice:"okupad
mi espacio. Yo también estoy a favor de los proyectos autogestionados".
Puede
que sea porque nos incomoda la obscena novedad de tener a un propietario
que está a favor de la autogestión (tan acostumbrad@s
estamos a perfilar claramente a nuestros enemigos), o porque nos
asusta la idea de no salir con poses lo suficientemente heroicas
en las fotos de la historia, o porque quizás pensamos que
ese dueño que tan generosamente nos ofrece su local es un
pobre oligofrénico que no sabe lo que dice y sería
por tanto poco ético aprovechar la ocasión, o porque
nos puede el gusto por la aventura y no sabríamos construir
la nueva Biblio sin pasar por el rito de la palanca, la tranca y
los sacos de dormir (y a lo mejor tan es así que alguna@s
estaríamos dispuest@s a pagar veinte talegos al mes por darnos
el gustazo de la aventura)[1],
o porque nos temamos que la Biblio está tan vacía
que su carácter político deriva esencialmente del
hecho de pegar patadas a puertas.
Digo:
puede que sea por alguna de estas razones o por todas o parte o
partes de ellas, pero el caso es que la asamblea de la Biblio está
en un tris de decir que no. Aun así, antes de que volvamos
a la rutina habitual y todo caiga en el olvido, me gustaría
transmitiros unas pocas reflexiones a modo de testamento político.
Empecemos
por el final. Para la Biblio, ¿la okupación es un
fin o un medio? ¿Cuánto interés perdería
una Biblio que no estuviera okupando? Para mí, y partiendo
de la idea general de que de lo que se trata no es de entrar en
dinámicas de enfrentamiento sino de crear y defender espacios
y territorios de liberación colectiva, la okupación
no es más que uno de los muchos medios de los que puede dotarse
una práctica revolucionaria, y que según el caso puede
potenciar esa práctica o lastrarla. En el caso de la Biblio,
me parece que su potencial transformador es lo suficientemente grande
como para no requerir de acciones simbólicas que lo sustenten.
Hace tiempo que pienso en ello y estoy convencido de que una Biblio
no okupada no perdería un átomo de su contenido político
(y es más, dadas las circunstancias igual ganaría,
y es ese precisamente el sentido de este escrito).
Pero
todo esto sólo se refiere a su potencia, porque si pienso
en su práctica se me ocurre que efectivamente La Biblio perdería
gran parte de su razón de ser en el momento en que renunciara
a okupar, porque el tiempo ha hecho de La Biblio sobre todo un símbolo,
una bonita imagen que dar al mundo: los okupas son buenos, y prueba
de ello es que tienen una biblioteca pública con más
de 4000 libros. La Biblio era el primer lugar que se mostraba al
visitante que entraba por primera vez en el Laboratorio, era el
lugar donde se convocaba a la prensa y a l@s vecin@s... en definitiva:
La Biblio era tan importante para justificar ante los medios la
existencia del centro social que el cabreo que se pillaron cuando
nos fuimos estuvo completamente proporcionado. Y si dejáramos
de okupar posiblemente ocurriría otro tanto con muchas de
las personas que hoy se prodigan en elogios a La Biblio ante cualquier
micrófono o cámara que se ponga delante. Y sin embargo,
cuántas de estas personas utilizan la Biblio? A pesar de
estar rodead@s, por ejemplo, de gente que estudia y que en buena
lógica debería interesarse por la existencia de la
Biblio, constatamos sin demasiada desesperación que esa gente
prefiere madrugar y hacerse un hueco en cualquiera de las bibliotecas
del enemigoque venir a la Biblio, porque la Biblio no reúne
las condiciones mínimas de habitabilidad, porque los libros
tienen escaso interés, y porque como no viene nadie nunca,
nos dedicamos a charlar y a hacer pancartas y si viene algún
despistado, dura 10 minutos porque no puede concentrarse. Decimos
que potenciamos el pensamiento crítico, pero a la gente que
más se interesa por el estudio y la reflexión política
jamás se le ocurriría buscar materiales en la Biblio,
sencillamente porque casi no los hay.[2]
En
mí pesan más estas pequeñas constataciones
cotidianas que todo el autobombo del que nos solemos rodear: más
de 4000 libros, abierta al barrio, cultura popular, documentación
variada, libros que no se encuentran... toda esa palabrería
de charlatán de feria que acompaña a cualquier okupación.
Al principio a lo mejor sólo era un modo de vender la moto
a los medios de comunicación para que nos dejaran en paz
(hablo de las okupas en general), pero a fuerza de repetirla hemos
llegado a creérnosla hasta el punto de reducir al mínimo
la autocrítica. Y así nos dedicamos a masturbarnos
unos a otros (en sentido figurado, si no aún tendría
alguna gracia) mientras nos recreamos en el cuadro tan bonito que
hemos pintado.
Vamos
dejando pasar nuestra alegre juventú arrastrando la vieja
idea de que lo primero es liberar espacios y luego dotarlos de contenido,
y cuando por fin se nos ocurre el contenido, la precariedad (la
falta de medios y el miedo al desalojo) no nos deja llevarlo a la
práctica, y entonces rellenamos los huecos con más
y más palabras y construimos proyectos que apenas y a duras
penas interesan sólo a quienes los inventan; proyectos que
no crean, que no se proyectan, que no liberan gran cosa y que no
aglutinan a nadie, con lo cual cada vez es más fácil
acabar con ellos porque los desalojos no generan alarma social,
y últimamente ni siquiera resistencia, de tanto que ha cundido
el aburrimiento. Y con esto volvemos al círculo: más
precariedad, menos creación, más aburrimiento, menos
gente... más desalojos.
Perplej@s,
nos rascamos la cabeza pensando qué es lo que no funciona,
y nos repetimos que si aguantamos el tiempo suficiente, algún
día saldremos del túnel y todo volverá a ser
como antes. "Aún tengo fuerzas para aguantar otro desalojo"
es una frase que ignora que son precisamente las dinámicas
de aguante las que cavan nuestra tumba en la medida en que nos impiden
producir, proyectarnos.
Vuelvo
a la Biblio. Uno de nuestros principales problemas es la falta de
una definición colectiva del proyecto. Hemos hablado de ello
muchas veces, pero las conclusiones se han expresado en unos términos
tan vagos que prácticamente podían referirse a cualquier
cosa. O a lo mejor es que yo lo he entendido mal, porque ahora me
sorprende escuchar cosas como que la precariedad que nos atraviesa
forma parte del proyecto, y más aún cosas como que
la Biblio ha crecido con cada desalojo. Si los desalojos tuvieran
esa facultad, nosotr@s mism@s intentaríamos convencer a l@s
dueñ@s de que nos denunciaran. No, La Biblio ha crecido con
el tiempo, y lo ha hecho sólo cuantitativamente. Es decir:
nos hemos dedicado a acumular libros (cosa por otra parte bastante
fácil dada nuestra vocación de vertedero de libros)
y ha venido más gente (lo natural, teniendo salida a la calle).
Sin embargo, no hemos sacado adelante prácticamente ni uno
solo de los proyectos que nos habíamos propuesto desde que
yo tengo memoria de la Biblio: edición de textos, edición
de revista, página web, cine fórum, clases de castellano,
clases de apoyo escolar, conexión a internet, archivo de
apoyo a la okupación, base de datos, persecución de
moros@s, sala de estudio... no hemos logrado una clasificación
útil de los libros y ni siquiera tenemos un criterio de selección
de los mismos (recuerdo que hay cajas de libros sin clasificar que
existen tal cual desde el David Castilla). Por si esto no bastara,
estamos en un punto de costrerío tan inmenso que consideramos
que un suelo está limpio si no tiene más de 30 colillas,
pensamos que hay luz si una bombilla ilumina lo suficiente como
para intuir la silueta de las estanterías, y nos extasiamos
ante una pared porque está pintada. ¿Somos imbéciles?
Evidentemente, no. Hemos mantenido un proyecto autogestionado durante
casi seis años, tenemos muchas ideas, capacidad de trabajo
y encima nos llevamos bien y podemos discutir sin llegar a las manos.
No conozco muchos proyectos en Madrid que puedan alardear de otro
tanto.
Lo
que ocurre es que no podemos comprar libros porque tenemos que comprar
un generador, no podemos hablar del proyecto porque tenemos que
hablar de la denuncia... en resumen, las cuestiones que se refieren
a la mera supervivencia (traslado de libros, luz, agua, temas legales,
rehabilitación del espacio, pelas) nos quitan los recursos
y el tiempo que deberíamos utilizar para construir el proyecto.
Hemos querido paliar las carencias a veces con unas cotas de productividad
militante rayanas en el plan quinquenal soviético, y últimamente
flirteamos con el mundo de las finanzas. Con eso, en el mejor de
los casos sacamos adelante alguna actividad puntual o ponemos algún
parche, pero no basta para hacer trabajos de más calado (informatizar
los ficheros...) que nos saquen de la mediocridad estructural y
hagan coincidir mínimamente nuestra realidad con lo que pretendemos
de ella.
No
lo tenemos fácil, porque estamos embarcad@s en un proyecto
que requiere una inversión especialmente grande de tiempo
y materiales si se quiere hacer de un modo mínimamente serio,
esto es, ajustado a los términos con los que se define.
Decimos
que la Biblio es una biblioteca autogestionada, abierta al barrio
y que pretende difundir y promover el pensamiento crítico.
La autogestión, es decir, la autonomía, es decir,
la autodeterminación, no se construye en el vacío,
sino sobre las condiciones materiales. ¿Cómo puede
autodeterminarse un espacio si depende de que a un juez se le ponga
o no en las narices desalojarlo mañana? ¿Cómo
puede autogestionarse una biblioteca que no puede elegir los libros
que quiere tener? Y precisamente por ello ¿cómo puede
decidir que su especialidad es el pensamiento crítico? ¿Cómo
podemos aspirar a afectar al barrio si aparecemos y desaparecemos
y si a lo mejor dentro de un mes estamos en la Latina y dentro de
seis en Vallekas?
La
propuesta de L. no es la panacea, pero al menos sí nos ofrece
la posibilidad de pasar a otra cosa, de inventar un modo distinto
de construir la Biblio, a mi juicio con muchas más posibilidades
que un nuevo ciclo de palanca, barricada y tapa la gotera que se
moja el libro de actas. De entrada, porque nos va a ahorrar un montón
de quebraderos de cabeza en cuestión de infraestructuras
y nos garantiza que éstas van a durar: no tendremos que hacer
una instalación de luz nueva cada dos meses, por ejemplo,
y podremos dedicar ese tiempo y ese dinero a inversiones políticamente
más productivas y gratificantes, empezando por los propios
libros. Luego está el tiempo. El Estado es todopoderoso porque
tiene todo el tiempo del mundo, y los contrapoderes existirán
en la medida en que consigan conquistar el tiempo necesario para
crecer. Y nos abriremos al barrio siempre que tengamos tiempo para
radicarnos en él. Eso sin olvidar que le provocaríamos
una úlcera al Manzano, que ya contaba con expulsarnos. Y
menciono por último el considerable ahorro en tranquilizantes
y alcohol si consiguiéramos acostarnos cada noche sin la
punzada angustiosa del quizás mañana todo haya terminado.
Por
si quedaban dudas, aclaro que en nuestro caso, no okupar no me parece
ninguna renuncia: al contrario, lo que me parece una renuncia es
no intentar desarrollar por los medios que están a nuestro
alcance todo el potencial radical y liberador de la Biblio y resignarse
a la mediocridad impotente, al cascarón hueco de la imagen.
Y por eso mismo me importan bien poco las críticas que pudieran
hacernos desde las filas del "por qué no lucháis
de verdad" o que nos sacaran en el Llar[3]
edición especial a dos páginas y en colores.
El
compañero D.D. decía que siempre podremos alquilar.
Yo invertiría los términos: siempre podremos okupar,
pero la oportunidad que se nos da ahora no estará ahí
siempre. Experimentemos.
[ir al texto 2]
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[1] En el ardor del debate alguien contempló
la posibilidad de okupar una casa y luego negociar con la propiedad
un alquiler bajo, como de 20.000 pesetas al mes [N.E]. [volver]
[2] El pesimismo de este texto es un
recurso estilístico, no hay que tomar al pie de la letra
todo lo que dice;-) [N.E]. [volver]
[3] El Llar era un fanzine asturiano
especialmente preocupado por denunciar lo que consideraba conductas
"desviacionistas" (poco auténticas) dentro
del ámbito antagonista. Fue especialmente célebre
la publicación de un panfleto anónimo que incitaba
a atacar al centro social El Laboratorio. En la misma línea,
un@s desconocid@s se dedicaron durante un tiempo a llenar nuestro
barrio de pintadas en las que se criticaban las fiestas en los centros
sociales y se nos incitaba a "luchar de verdad" en vez
de tanta diversión.[N.E].[volver]
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