No a la Guerra
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Por los cinco costados
Por Joaquín Navarro, MAGISTRADO, Kalegorria nº 20

Los figurantes menores suelen ser los más vocingleros en el desarrollo de la farsa. Se les asignan con frecuencia papeles de relumbrón, de los que sólo sirven para estirar-se y achularse al margen de la trama real. Cuando saltó la no-ticia de que el Gobierno Aznar había sido designado presiden-te del Comité Antiterrorista de la ONU, muchos nos prepara-mos para la gran riada del elogio y el fervor aznarista. Pero no. Casi nada. Sólo algunos destacaron los merecimientos que estaban en la base de la designación. El Gobierno Aznar viene librando con fuerza y decisión una gran batalla contra ETA y su “entorno” y el entorchado era justo. Además, USA quiso re-compensar la gran felonía española en favor del Imperio. El Gobierno Aznar le cedió graciosamente el puesto para el que fue elegido en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Lo que no obtuvo Bush por votación de la “morralla” interna-cional, que repudió así la conducta USA de violación sistemá-tica de los derechos humanos, Aznar se lo regaló. Bien mere-cía lo del Comité Antiterrorista.

Visto lo visto, la reverencia aznarista ante el Imperio, su denodada defensa de la mendaz y ridícula propaganda so-bre las causas de la guerra, su apoyo a la agresión preventiva y unilateral contra Iraq por los petroleros y armamentistas de Bush, su esperpéntica afirmación de que Iraq está con Al-Qa-eda y es un peligro cierto para España, su exhibición con los tres millones de vacunas antivariólicas (emulando las ridícu-las intimidaciones de Bush al pueblo norteamericano), su én-fasis en las grandes armas de destrucción masiva que nadie conoce y, en fin, la deprimente, incoherente y odiosa inter-vención de su ministra Palacio ante el Consejo de Seguridad, más guerrera que Powell y Straw juntos, merece presidir el Comité Terrorista de la ONU. ¿Acaso existe alguna diferen-cia? Preconizan –todos los Bush del mundo– el asesinato y la destrucción como instrumento de actuación internacional al servicio de la hegemonía y la codicia de USA y sus soldurios. Eso es terrorismo. Se proponen la eliminación del pueblo ira-quí, cuyo laicismo e independencia perturban los planes es-tratégicos del Imperio. Eso es genocidio. Anuncian guerras preventivas –amadas y practicadas por Hitler– que van contra la legalidad internacional y conducen a la guerra permanente de todos contra todos. Eso es terrorismo. ¡Qué honor la presi-dencia de un Comité Antirrorista organizado por los máximos exponentes del terrorismo internacional!

La carta de Naciones Unidas prevé que el Consejo de Seguridad pueda, como última “ratio”, autorizar el uso de la fuerza por dos causas: la legítima defensa y una amenaza gra-ve e inminente para la paz y la seguridad internacional. Para que exista legítima defensa es precisa una agresión previa, a la que los países agredidos respondan proporcionadamente mientras ponen el problema en manos del Consejo de Seguri-dad. ¿Dónde está la agresión? Para los epígonos de la guerra preventiva basta con que sea putativa, es decir, con que exis-tan razones subjetivas para sospecharla. Es un dislate jurídi-co y ético. ¿Dónde está la amenaza grave e inminente? Iraq no tiene con qué amenazar, ni por qué ni para qué. Aquí, la úni-ca potencia que está pronta a agredir y es objetivamente una gran amenaza para el orden internacional es USA.

Pero USA tiene la fuerza y, por tanto, la ley. Decía Ihe-ring que el derecho que forman este tipo de leyes del poder es la cultura política de ese poder. USA y sus gardingos tienen el mayor poder y la ley más poderosa. El lema “petróleo por ali-mentos”, que está matando lentamente al pueblo iraquí, sus-tituido por el de “petróleo por sangre, poder y territorio”. La gran riqueza petrolífera de Iraq y su envidiable situación geo-estratégica valen todas las misas del mundo. Y el inmenso océano de sangre asesinada, que romperá el alma y el ester-nón de lo que aún se llama civilización y democracia, será un charco pútrido al lado de los grandes océanos de petróleo del subsuelo iraquí. Miseria, codicia y mierda por los cuatro cos-tados. Y también por el quinto de un dios que no entendemos.