La célula bacteriana es el más simple de los sistemas vivos porque posee la capacidad de producir, a través de una red (network) de procesos químicos, todos los componentes que conducen a la constitución de una unidad distinta [EN:distinct] y limitada [EN:bounded]. Para evitar ser trivial el atributo `vivo' (living) en la descripción anterior debe señalar el proceso que permite tal constitución, no las materialidades [EN:materialities] que la constituyen, ni una enumeración de propiedades. ¿Pero qué es este proceso básico? Su descripción debe situarse a un nivel muy específico: debe ser lo suficientemente universal como para permitirnos reconocer los sistemas vivos como una clase, sin una referencia esencial a los componentes materiales. Pero al mismo tiempo no debe ser demasiado abstracta, esto es, debe ser lo suficientemente explícita como para permitirnos ver tales patrones dinámicos en acción en los mismos [EN:actual] sistemas vivos que conocemos en la tierra, en aquellos que pudieran ser encontrados en otros sistemas solares, e incluso [EN:eventually] en aquellos creados artificialmente por el hombre. En palabras del organizador de un congreso de vida artificial: ``sólo cuando seamos capaces de ver la vida-tal-como-la-conocemos (live-as-we-know-it) en el contexto más amplio de la vida-tal-como-podría-ser (life-as-it-could-be) podremos realmente comprender la naturaleza de la bestia" (Langton, 1989a, p. 2)
Hace ya algunos años que la biología celular contemporánea ha hecho posible desplegar [EN:to put forth] la caracterización de esta organización básica de lo vivo --una bio-lógica-- como la de un sistema autopoiético (del griego: auto-producción (Maturana and Varela, 1980; Varela et al., 1974)). Un sistema autopoiético --la organización mínima de lo vivo-- es aquél que contínuamente produce los componentes que lo especifican, al tiempo que lo realizan (al sistema) como unidad concreta en el espacio y en el tiempo, haciendo posible la propia red de producción de componentes. Definido con mayor precisión: Un sistema autopoiético está organizado (definido como unidad) como una red de procesos de producción (síntesis y destrucción) de componentes, de tal manera que estos componentes:
Por lo tanto, la autopoiesis pretende capturar los mecanismos o procesos que generan la identidad de lo vivo, y servir, así, como distinción categorial [EN:as a categorical distinction] de lo vivo frente a lo no-vivo. Esta identidad equivale a coherencia auto-producida: el mecanismo autopoiético se mantendrá a sí mismo como unidad distinta mientras su concatenación básica de procesos se mantenga intacta en presencia de perturbaciones, y desaparecerá cuando se enfrente a perturbaciones que superen cierto umbral de viabilidad que depende del sistema bajo consideración. Obviamente, todas las trayectorias [EN:pathway] bioquímicas y formación de membranas en las células pueden ser inmediatamente recogidas bajo esta definición de autopoiesis.
Un ejercicio diferente --que no persigo aquí en modo alguno-- es el de ver cómo esta organización autopoiética básica, presente en los orígenes de la vida terrestre (Fleischaker, 1988) se convierte progresivamente más compleja a través de mecanismos reproductivos, compartimentalización, dimorfismo sexual, formas de nutrición, simbiosis, etc. dando lugar a la vida pro- y eucariota en la tierra (Margulis, 1981; Fleischaker, 1988). Concretamente, en este punto asumo la perspectiva de que la reproducción no es intrínseca a la lógica mínima de lo vivo. La reproducción debe ser considerada como una añadida complejificación superpuesta sobre una identidad más básica, la de la unidad autopoiética, una complejificación que es necesaria dadas las constricciones impuestas por las condiciones primarias/iniciales/tempranas [EN:early] en un planeta turbulento. La reproducción es esencial para la viabilidad de lo vivo, pero sólo cuando hay una identidad puede una unidad reproducirse. En este sentido, la identidad tiene una prioridad lógica y ontológica sobre la reproducción, aunque no precedencia histórica.
No perseguimos aquí estas complejificaciones históricas, ni tampoco persigo otra, igualmente pertinente, pregunta empírica: ¿puede una estructura molecular, más simple que la ya intrincada célula bacteriana, satisfacer el criterio de organización autopoiética? Esta pregunta puede ser contestada a través de dos enfoques diferentes: (1) simulaciones y (2) síntesis de sistemas autopoiéticos mínimos. Hay avances en ambos frentes. En relación al primero [EN:as to the first], hay algunos resultados nuevos en el estallido de investigaciones en vida artificial, en parte extendiendo nuestro temprano [EN:early] trabajo en autómatas de tesela [EN:tesselation automata5] (Varela et al., 1974). El segundo frente toma la forma de un acercamiento al origen de la vida centrado en la célula y que busca corporalizaciones [EN:embodiments] químicas de sistemas autopoiéticos mínimos. De hecho, la encapsulación [EN:encapsulation] de macromoléculas por vesículas lípidas [EN:lipide vesicles] ha sido activamente investigada como una prometedora candidata a célula primigenia [EN:early cell] (Deamer and Barchfled, 1982; Lazcano, 1986; Baeza et al., 1987); véase (Deamer, 1986). Luisi y Varela (1989) afirman que un sistema micelar inverso [EN:a reverse micelar system] puede acercarse mucho al límite de ser considerado un sistema autopoiético mínimo. En concreto, discuten el caso de un sistema micelar inverso [EN: a reverse micellar system] que acoge en su interior acuoso una reacción que conduce a la producción de surfactantes [EN:surfactants], que constituyen una membrana [EN:boundary] para la reacción micelar inversa [EN:reverse micellar reaction]. El interés de este caso radica en que se sabe mucho de estos sistemas químicos, lo que hace posible la puesta en marcha de un sistema autopoiético mínimo. Pero debo abandonar estos fascinantes resultados [EN:issues] para volver sobre el tema que he escogido para esta conferencia.
La autopoiesis trata el tema del organismo como sistema vivo mínimo caracterizando su modo básico de identidad. Esto es, propiamente hablando, tratar el tema a un nivel ontológico: el acento recae sobre la forma en que un sistema se convierte [o deviene EN:becomes] en una entidad distinguible, y no sobre su composición molecular específica y configuraciones históricas contingentes. Ya que, en tanto que existe, la organización autopoiética se mantiene invariante. En otras palabras, un modo de aclarar la especificidad de la autopoiesis es pensar en su auto-referencialidad como aquella organización que mantiene la propia organización como invariante. Toda la constitución físico-química está en flujo constante; el patrón se mantiene, y solamente a través de su invarianza puede determinarse [EN:ascertained] el flujo de los componentes que lo realizan.
Aquí sólo he señalado la organización mínima que da lugar a semejante autonomía viva. Tal y como he dicho, mi propósito es el de subrayar la bio-lógica básica que sirva de fundamento desde el que poder considerar la diversidad presente en los organismo actuales: sólo cuando hay una identidad pueden sus ramificaciones [EN:elaborations6] considerarse variaciones familiares de una clase común de unidades vivas. Toda clase de entidad tiene una identidad que la caracteriza; la singularidad de lo vivo reside en el tipo de organización que posee.
Ahora bien [EN:now], la historia de la biología está, por supuesto, enturbiada [EN:marred] por la tradicional oposición entre mecanicistas/reduccionistas por un lado y holistas/vitalistas por otro, herencia del espacio-problemático [EN:problem-space] de la biología del siglo XIX. Una de las contribuciones específicas del estudio de los mecanismos auto-organizativos --de los cuales la autopoiesis es un ejemplo particular [EN:specific]-- es que la tradicional distinción entre elementos componentes y propiedades globales desaparece. En el sencillo ejemplo del autómata celular explicado anteriormente [sic]7lo que queda en evidencia es precisamente la reciprocidad causal de las reglas locales de interacción (e.d. las reglas de los componentes, que son análogas a las interacciones químicas) y las propiedades globales de la entidad (su demarcación topológica que afecta a la difusión y creción de condiciones locales para la reacción). Me parece que esta causalidad recíproca hace mucho para evacuar [EN:does much to evacuate] la oposición mecanicismo/vitalismo, y nos permite movernos a una fase más productiva de identificación de diferentes modos de auto-organización en los que lo local y lo global se encuentran explícitamente entrelazados gracias a esta causalidad recíproca. La autopoiesis es un inmejorable ejemplo de este tipo de dialéctica entre el nivel de componentes locales y el todo global, unidos en relación recíproca a través de los requerimientos constitutivos de una entidad que se auto-separa de su entorno. En este sentido la autopoiesis, como caracterización de lo vivo, no cae en los extremos tradicionales tanto del vitalismo como del reduccionismo.
Una segunda y complementaria dimensión de la bio-lógica básica que resulta central para enfocar nuestra argumentación es la naturaleza de la relación entre unidades autopoiéticas autónomas y su entorno. Es evidente ex-hypothesis que un sistema autopoiético depende de su entorno físico-químico para su conservación como unidad separada, de lo contrario volvería a disolverse en él. De aquí la intrigante paradoja propia de una identidad autónoma: el sistema vivo debe diferenciarse de su entorno, mientras mantiene al mismo tiempo su acoplamiento [con él]; este engarzamiento (linkage) es inseparable ya que es precisamente en contraste con ese entorno que el organismo surge [EN:comes forth][como unidad diferenciada]. Ahora, en este acoplamiento dialógico entre la unidad viva y su entorno físico-químico la balanza se encuentra ligeramente inclinada del lado de lo vivo ya que posee el rol activo en el acoplamiento recíproco. Al tiempo que se define a sí mismo como unidad define qué queda fuera de él, esto es, su entorno circundante [EN:surrounding environment]. Un examen más detenido también hace evidente que esta exteriorización sólo puede ser entendida, por decirlo de algún modo, desde ``dentro"; la unidad autopoiética crea una perspectiva desde la que el exterior es uno, que no puede ser confundido con sus alrededores físicos [EN:physical surroundings] tal y como se nos aparece como observadores, exentos de tal perspectivismo, i.e. el terreno [EN:the land] de las leyes físicas y químicas simpliciter.
En nuestra práctica como biólogos alternamos constantemente entre estos dos dominios. Usamos y manipulamos principios y propiedades físico-químicas, mientras cambiamos alternativamente al uso de la interpretación y la significatividad vista desde la perspectiva del sistema vivo. Así pues [EN:thus], una bacteria nadando en un gradiente de azúcar queda convenientemente analizada en términos de los efectos locales del azúcar en la permeabilidad de la membrana, la viscosidad del medio, la hidromecánica del movimiento del flagelo, etc. Pero por otro lado el gradiente de azúcar y el movimiento del flagelo resultan de interés para el análisis sólo porque la bacteria en su totalidad señala esos elementos como relevantes: su significatividad específica [EN:specific significance] como componentes de la conducta alimenticia sólo es posible a través de la presencia y la perspectiva de la bacteria como una totalidad. Quítese a la bacteria como unidad y todas las correlaciones entre gradiente y propiedades hidrodinámicas se convierten en leyes químicas del entorno, evidentes para nosotros como observadores pero carentes de significatividad especial alguna.
Me he metido en esta larga arenga [EN:I have gone into this lengthy harangue] porque creo que esta relación verdaderamente dialéctica es un punto clave. De hecho, puede parecer tan obvio que no apreciemos sus ramificaciones más profundas. Me refiero a las distinción entre el entorno del sistema vivo tal y como se le aparece a un observador y sin referencia a la unidad autónoma --que denominaremos de aquí en adelante simplemente entorno [EN:environment]-- y el entorno para el sistema que es definido en el mismo momento que dio lugar a su identidad y que sólo existe en esa definición mutua --de aquí en adelante el mundo del sistema.
La diferencia entre entorno y mundo es el excedente [EN:surplus] de significación que acoge la comprensión de lo vivo y la cognición, y que se encuentra a la raíz [EN:at the root] de cómo un yo deviene en uno [EN:of how a self becomes one]. En otras palabras, este excedente es la madre de la intencionalidad. En la práctica resulta bastante difícil mantener a la vista [EN:to keep in view] la dialéctica de esta definición mutua: ni aislamiento rígido, ni simple continuidad con la química física [physical chemistry]. Por el contrario [EN:in contrast], es fácil confundir [EN:conflate] el mundo de la unidad con su entorno ya que es tan obvio que estamos estudiando ésta o aquella interacción molecular en el contexto de una unidad celular autónoma que resulta fácil fallar completamente a ver [EN:miss completelly] el excedente añadido por la perspectiva del organismo. No existe significatividad alimenticia en la sacarosa [EN:sucrose] excepto cuando una bacteria nada gradiente arriba y su metabolismo hace uso de esa molécula como un modo de permitir que continúe su identidad. Este excedente no es, evidentemente, indiferente a las regularidades y textura que operan en el entorno (i.e. las ``leyes"), que la sacarosa pueda crear un gradiente y atravesar una membrana celular, etc. Por el contrario [EN:on the contrary], el mundo del sistema está construido sobre estas regularidades, que es lo que asegura que pueda mantener su acoplamiento en todo momento.
Lo que hace el sistema autopoiético --gracias a su mismísimo modo de identidad [EN:due to its very mode of identity]-- es enfrentarse constantemente a los encuentros (perturbaciones, choques [EN:shocks], acoplamientos) con su entorno y tratarlos desde una perspectiva que no es intrínseca a los encuentros mismos. Seguramente a las rocas o abalorios [EN:beads8] de cristal no les llame la atención el gradiente de azúcar, de entre las infinitas posibilidades de interacciones físico-químicas, como especialmente significativa --para que esto suceda es esencial una perspectiva desde una identidad activamente constituida. Es tentador, en este punto, deslizarse dentro de las vaporosas nubes [EN:vaporous clouds] acerca del ``significado", reminiscente del peor tipo de vitalismo del pasado o de la jerga informacional del presente. Lo que enfatizo aquí es que aquello que es significativo para un organismo es precisamente dado por su constitución como un proceso distribuido, con una unión [EN:link] indisociable entre procesos locales en los que ocurre una interacción (i.e. fuerzas físico-químicas actuando en la célula), y la entidad coordinada que es la unidad autopoiética, dando lugar a manejarse con su entorno sin necesidad de acudir a un agente central que gire la manilla desde el exterior --al modo de élan vital-- o una orden preexistente en una localización particular --al modo de un programa genético esperando ser expresado.
Me gustaría reconstruir esta idea básica dándole la vuelta. La constante creación [EN:bringing forth] de significación es lo que podemos describir como una ausencia permanente en lo vivo: está constamente creando [EN:bringing forth] una significación que falta, no pre-dada o pre-existente. La relevancia debe ser provista [EN:provided] ex nihilo: distinguir entre especies moleculares relevantes e irrelevantes, seguir un gradiente en contra y no a favor, aumentar la permeabilidad a este ion y no a este otro, etc. Hay un inevitable contratiempo [o revés EN:contretemps9] entre un sistema autónomo y su entorno: siempre hay algo que el sistema debe proporcionar desde su perspectiva como todo funcional. De hecho, un encuentro molecular adquiere una significación en el contexto de sistema operativo completo y de muchas interacciones simultáneas.
La fuente de esta creación-de-mundos es siempre producida por discontinuidades en la autopoiesis, sean menores, como cambios en la concentración de algún metabolito, o mayores, como la disrupción de la membrana. Debido a la naturaleza misma de la autopoiesis --ejemplificada en la reparación de la membrana del ejemplo anterior de simulación mínima [sic10]-- toda discontinuidad puede ser vista como el comienzo de una acción sobre lo que falta en la parte del sistema para que la identidad pueda ser mantenida. Repito: no hay teleología alguna supuesta [EN:implied] en este ``para que'': esto es lo que la lógica auto-referencial de la autopoiesis implica en primer lugar. La acción realizada podrá ser vista como un intento de modificar su mundo --cambio de lugar de diferentes nutrientes, aumento del flujo de un metabolito para síntesis metabólica, etc.
En resumen, esta permanente e implacable acción sobre lo que falta [(sobre lo ausente)] se convierte, desde el lado del observador, en la continua actividad cognitiva del sistema, que está a la base de la inconmensurable diferencia entre el entorno en el que el sistema es observado, y el mundo en el que opera el sistema. En su propio origen [EN:at its very root] esta actividad cognitiva resulta paradójica. Por un lado la acción que da lugar [EN:brings forth] a un mundo es un intento de restablecer un acoplamiento con un entorno que desafía la coherencia interna a través de encuentros y perturbaciones. Pero estas acciones, al mismo tiempo, demarcan y separan al sistema de su entorno, dando lugar a un mundo diferenciado [EN:distinct].
Puede que el lector rechace mi uso del término cognitivo para sistemas celulares, así como mi atrevido deslizamiento en el terreno de la intencionalidad. Como ya he dicho, uno de mis principales argumentos [EN:main points] aquí es que salimos ganando al tener en cuenta la continuidad entre este nivel fundamental del yo [EN:self] y otro yoes regionales [o particulares EN:regionals], incluyendo los neuronales y lingüísticos con los que no vacilaríamos al utilizar la palabra cognitivo. Supongo que otros, en cambio, preferirían introducir la palabra ``información". Pues bien [EN:well], hay razones por las que creo que esto sería incluso más problemático. A pesar de que está claro que describimos un X que perturba desde la exterioridad del organismo, X no es información. De hecho, para el organismo sólo es un esto, un algo, una cosa [EN:basic stuff] básica que in-formar desde su propia perspectiva. En términos físicos hay cosas [EN:there is some stuff], pero no son para nadie. En cuanto hay alguien (un cuerpo11)--incluso en esta forma mínima-- se convierte en in-formada para un yo [EN:self], a través de la dialéctica recíproca que acabo de explicar. Tal in-formación no es jamás una significación fantasmal o un bit de información esperando a ser recolectado [EN:harvested] por el sistema. Es una presentación, una ocasión para el acoplamiento y es en este entre-deux que surge el significado (Castoriadis, 1987; Varela, 1979).
Por lo tanto el término cognitivo posee dos dimensiones constitutivas: en primer lugar su dimensión de acoplamiento, esto es, una unión [EN:link] con su entorno que permite su continuidad como entidad individual; en segundo lugar --forzando el lenguaje, lo reconozco-- su dimensión imaginaria, es decir, el excedente de significatividad que una interacción adquiere desde la perspectiva de la acción global del organismo.