El Yunque, grupo clandestino de Ultraderecha, encarnado ahora en el PAN. Son enemigos del Pueblo

AL SR. FELIPE CALDERÓN HINOJOSA

EL YUNQUE HOY

Nombres,datos .. El Yunque

Juramento de los Caballeros de Colón
Lindezas de los Legionarios de Cristo (El Yunque)

 

     

 

LINDEZAS DE LOS LEGIONARIOS DE CRISTO (YUNQUE)

“Fui violado y sufrí todo tipo de abusos y humillaciones durante toda una semana. Por las noches, cuando mis compañeros dormían, me despertaban y los sacerdotes me volvían a sodomizar. Uno noche me llevaron a las duchas, donde estaba otro niño. Nos obligaron a besarnos, a practicar el acto sexual entre nosotros, nos hicieron fotos y, después, nos violaron a los dos”. El abusado se llama Ricardo. Tenía entonces, en la Semana Santa de 1991, 12 años. Vivía y vive en Segovia. Los abusadores, el padre Guzmán y otros sacerdotes Legionarios de Cristo, superiores del Centro Vocacional (seminario menor) que la Legión tiene en Ontaneda (Cantabria).


En su permanente campaña de captación de vocaciones, a Ricardo lo invitaron los Legionarios a pasar en Ontaneda una Semana Santa que se convirtió en un auténtico calvario, que le marcaría para siempre. Todavía hoy, a los 26 años, sufre depresiones y cree que su vida no tiene sentido. Le robaron la inocencia. “Seré libre el día en que no tenga que volver a escuchar mi llanto interior, un llanto ahogado, sin lágrimas. El llanto de un niño”, dice.
Hay otro muchos niños como Ricardo, abusados por los curas de la Legión. Decenas de casos. Algunos los cuenta José Martínez de Velasco, corresponsal religioso de la Agencia EFE, en su libro “Los documentos secretos de los Legionarios de Cristo” (Ediciones B). Casos que se han repetido en Dublín o en Moncada. Abusos constantes, palizas y aberraciones cometidas por los curas de la Legión de Cristo con niños de entre 11 y 15 años de sus seminarios.
Y con total impunidad. “El camino de regreso de Ontaneda a mi ciudad tuve que hacerlo con uno de mis violadores al lado. Durante todo el trayecto se encargó de recordarme la humillación que sufriría si contaba algo, me convenció de que la gente no me creería y que en el fondo ellos eran inmunes, nadie podía tocarlos. Un tormento que duró cerca de seis horas de viaje, haciendo que me sintiese culpable por el mero hecho de haber sido violado. La mente de un niño asustado es muy fácil de manipular”, explica Ricardo.
Martínez de Velasco documenta éste y otros casos de abusos sexuales con testimonios de los propios abusados y de algunos sacerdotes legionarios. Porque no todos eran pederastas ni cómplices. El Padre Patricio, un cura legionario nacido en Chile y que vive en España, denunció a algunos de sus compañeros abusadores de Ontaneda ante el fundador de la institución, el sacerdote mexicano Marcial Maciel. Pero no recibió respuesta alguna. Asqueado, dejó la Legión, pero no el sacerdocio.


Y es que el propio Maciel, “fundador, dueño y señor de la Legión”, arrastra una historia truculenta “de pederastia y consumo de drogas, especialmente la morfina, en un preparado conocido como Dolatín”, según cuenta el autor del libro. Más aún, el ex legionario Alejandro Espinosa, autor del prólogo, asegura que Maciel “no cree en Dios, sufre una tremenda frustración por la represión que por sus tendencias homosexuales padeció durante su infancia en México, donde entonces la homosexualidad se consideraba un terrible pecado y una afrenta social, y fundó los Legionarios de Cristo para montarse su harén particular y llevar una vida a todo lujo”.


De hecho, desde finales de los 80, Espinosa y otros ocho sacerdotes legionarios, que convivieron con Maciel desde los inicios de la fundación de la Legión, denuncian los abusos cometidos por el fundador a la Santa Sede. Pero el Vaticano también dio la callada por respuesta. En 1997, los denunciantes publican los hechos en la prensa y envían al Papa una carta, detallándole todas las denuncias. Pero tampoco recibieron respuesta alguna.
Entonces, los sacerdotes legionarios incoaron un proceso canónico en Roma contra el padre Maciel ante la Congregación para la Doctrina de la Fe. Era el año 1999. Nada más recibir el caso, el guardián de la ortodoxia vaticana, cardenal Joseph Ratzinfger, afirmaba que “no se puede procesar a un amigo tan cercano al Papa como Marcial Maciel”. Consiguientemente, el juicio quedó congelado. Y así sigue, para desesperación de los denunciantes.
“Lo más grave del caso es la absoluta impunidad en la que se mueve Maciel, que cuenta con sólidos apoyos políticos y empresariales en todo el mundo y, por supuesto, en la Curia, al más alto nivel”, explica Martínez de Velasco. El autor está absolutamente convencido de que La Legión de Cristo es “una secta intraeclesial con comportamientos mafiosos”. Por ejemplo, en su lujosa casa de Roma, Marcial Maciel recibe a cuerpo de rey a numerosos cardenales y obispos de todo el mundo, pero allí les espía con cámaras ocultas y los legionarios que los acompañan redactan informes para el fundador. Dos de los espiados fueron el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, y el hasta ahora obispo de Tarazona recientemente nombrado auxiliar de Toledo, Carmelo Borobia. Del primero dicen, entre otras cosas: “Se percibe rápido por el trato que nos tiene mucho afecto”.


Para probar sus denuncias, Martínez de Velasco no sólo aporta estos informes confidenciales sino también toda una serie de documentos (incluidas las Constituciones, mantenidas hasta ahora en secreto) que retratan el funcionamiento interno de la organización creada por este “Mesías fraudulento”
Como toda secta, la Legión cuenta con un líder carismático al que se le rinde culto. Como dice el autor, “el fundador es el centro de todo, el dueño de todo, principio y fin de todas las cosas”. Por ejemplo, se graba en vídeo y en casete todo lo que dice “Nuestro Padre”, como llaman a Maciel en la Legión. Es obligatorio para todos los miembros leer las miles de cartas que ha escrito o le han escritos sus secretarios. “Nuestro Padre nos ha mandado un regalo, una película, una fiesta, esta comida, una manguera...Todo es porque Maciel lo dice”, se explica en el libro.


Ante las tremendas acusaciones del libro, los Legionarios dan la callada por respuesta. Crónica se puso en contacto con Rafael Pardo, portavoz de la orden en España. “No queremos entrar en el tema. No tenemos ningún comentario que hacer”, dijo.
Martínez de Velasco prueba, además, que la Legión de Cristo funciona como una secta. Con unas Constituciones que, según el autor, “atentan contra los Derechos Humanos, contra la Constitución española, por ejemplo, y contra el propio Derecho Canónico”. Con dos pilares fundamentales: el secretismo y la santa obediencia. El secretismo, que ellos llaman “discreción”, está recogido en las Constituciones y forma el cuarto voto (además de los tres clásicos de pobreza, castidad y obediencia) que juran los legionarios. Consiste en “no criticar a ningún superior, haga lo que haga”.


Y comenta el autor: “Bajo este juramento contraído con Dios, la Legión ha ido escondiendo a lo largo de los años los casos de abusos sexuales a menores, el sistema represivo en el que viven, el aislamiento de la familia y la imposibilidad de comunicarse libremente”. Las legionarios “siempre van de dos en dos (vigilándose el uno al otro), incluso cuando salen al exterior. Además, por norma, al volver a casa, cada legionario debe entregar un informe al superior sobre todo lo que ha hecho o dicho”.


Secretismo y obediencia ciega. Porque, como dice uno de sus lemas, “quien obedece nunca se equivoca”. De esta forma, concluye el autor, “se genera una dependencia absoluta de los superiores y la anulación total de la voluntad y de cualquier capacidad crítica de los alumnos”. Los legionarios rompen totalmente con el mundo exterior. Sólo pueden escribir una vez al mes a los padres. Las cartas se entregan abiertas para ser supervisadas. Los superiores escuchan las pocas llamadas telefónicas que dejan hacer a los chavales y hasta los e-mails tienen que pasar antes una censura previa.


Desde el momento en que entran en sus seminarios, los chavales tienen que amoldarse al “estilo legionario”: No pueden llevar vaqueros y tienen que entregar a los superiores todos sus recuerdos y objetos personales. Hasta su reloj de pulsera. “El modo de pensar, de sentir, de querer. De estar de pie o sentado, el modo de acostarse y levantarse, la forma de relacionarse con los demás, incluidos padres, hermanos y otros parientes. Con los amigos sólo hay que hablar para despertarles la vocación o, como máximo, si pueden ser potenciales bienhechores”, explica el libro.


“Hasta en la captación o, sobre todo en la captación funcionan como una secta”, dice Martínez de Velasco. Reclutan a niños de 11 o 12 años, que, desde el momento que entran no tienen ni privacidad ni física ni psicológica. Por ejemplo, “los superiores entran en las habitaciones de los chicos sin llamar y las registran cuando quieren. Manipulan sus conciencias, los separan de sus familias, los programan y crean un ejército de autómatas. Y es muy difícil salir”.


¿El objetivo final? Conseguir vocaciones, para influir cada vez más en una Iglesia con sequía vocacional, y dinero para engrasar sus múltiples contactos. Y para mayor gloria de su fundador, Marcial Maciel, cuyas “dos obsesiones, en esta etapa final de su vida, son conseguir el birrete cardenalicio y la santidad” dice el autor.

El DNI de la Legión de Cristo


Marcial Maciel Degollado, nacido el 10 de marzo de 1920 en Cotija (Michoacán, México) funda los Legionarios de Cristo el 3 de enero de 1941 en Ciudad de México. El nombre de su movimiento le fue sugerido Pío XII: “La Legión debe ser fuerte, como un ejército dispuesto en orden de batalla”, le dijo el Papa a Maciel.


El objetivo de los Legionarios, según Martínez de Velasco, es “formar a líderes políticos y empresariales siguiendo la máxima educativa que sintetiza el ideario de sus elitistas colegios y universidades, donde se educa a lo más granado de la sociedad latinoamericana y española, en los que vuelcan su conservador mensaje católico, más de Trento que del Vaticano II, y que aseguran en el futuro excelentes contactos políticos y empresariales. Con los cardenales y obispos hacen otro tanto: financian sus actividades pastorales y les invitan a pasar días de descanso en la lujosa residencia que los Legionarios poseen frente a la isla de Capri”.


Según los datos de la propia Legión de Cristo, en estos momentos, hay 400.000 legionarios en todo el mundo, de los cuales 40.000 residen en España. Entre su “círculo” de miembros, allegados o simpatizantes, Martínez de Velasco cita al arzobispo de Toledo, monseñor Cañizares, o al de Valencia, Agustín García Gasco; Alicia Koplowitz, la acomodada familia Oriol (cuatro de sus miembros son sacerdotes legionarios), Ana Botella, esposa del expresidente del Gobierno José María Aznar, y los que fueran ministros de Justica e Interior, José María Michavila y Angel Acebes.


Con todos estos apoyos, la Legión de Cristo es uno de los nuevos movimientos neoconservadores que más crece. Pero también tiene lo que ellos llaman sus “enemigos intraeclesiales”: el Opus Dei y la Compañía de Jesús. Según Martínez de Velasco, “del Opus lo copiaron todo, hasta su organización, pero ahora están enfrentados con la Obra porque luchan por el mismo mercado. A los jesuitas siempre les han acusado de difundir calumnias contra el fundador, Marcial Maciel”.